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El viejo Ez - Ese hombre que se llama y se llamará Ezra Pound - por: Oscar Jairo González Hernández
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Si Plutarco, el gran historiador y filósofo griego, viviera hoy, entre el final del siglo 20 y el principio del 21, habría escrito como una de sus Vidas paralelas la de Dante Alighieri y la de Ezra Pound. Ambos consideraron la Poesía un deber civil y una ciencia exacta, difícil de interpretar por los “profanos”. Ambos cultivaron una alta consideración de sí mismos, de su propia cultura y de su propia capacidad de visión intelectual y política del mundo. Ambos confiaron sus propias esperanzas de una reforma integral de la sociedad a personas incapaces totalmente de entenderlas y mucho menos de realizarlas como el emperador alemán Arrigo VII por Dante y Benito Mussolini por Pound. Ambos se encontraron ferozmente contradichos por los eventos, pero se quedaron tenazmente convencidos de su propia verdad hasta el último día. Ambos escribieron de todo y acerca de todo, pero trabajaron toda su vida en un único proyecto, un proyecto universal y enciclopédico capaz de construir un nuevo idioma para un mundo nuevo. Ambos fueron sumos poetas, puntos de referencia para todos los poetas de su generación y de las futuras. Pero si hoy para ver la grandeza poética de Dante no nos importa entender las razones por las cuales militó con los “Guelfi Bianchi”, ni tampoco las sutiles distinciones que lo oponían a los “Guelfi Neri” y más a los “Ghibellini”, Ezra Pound en nuestra percepción sigue enredado en los trágicos acontecimientos de la segunda guerra mundial y por esto clavado a sus simpatías “fascistas”, tan poco es el tiempo que nos separa de aquellos años para ser capaces de una visión fría y objetiva. Todavía hoy en el 2013 Pound es un signo de contradicción: precisamente por serlo nos determina a investigarlo, traerlo al escenario y darle voz por medio de sus Cantares, “Los cantares de la tribu, los cantares de la tribu de todos los humanos”, como el mismo afirmó.
Un Templo. El de Eleusis en la antigua Grecia o los medievales de Siena o de Chartres. Dedicado a Demetra o a Nuestra Señora Madre de Dios. Templos que nos proponen en su ingreso un laberinto que hay que recorrer mirando hacia abajo y atisbando alrededor dirigiendo la mirada hasta los ángulos más remotos, amantados de obscuridad, donde la luz tenue y tambaleante de las velas hace resplandecer un detalle de mosaico, de fresco, una cara jalonada proyectando el oro alrededor, una tumba de mármol blanco y dos manos juntas sobre el pecho llamando la atención a un antiguo rostro desconocido, tal vez casi borrado por los pies de infinitos peregrinos.
Una alcoba del Renacimiento, rodeada de frescos. En lo alto resplandecen los signos del Zodiaco y los Dioses planetarios, emblemas de la Ley cósmica y universal; debajo, como espejo y enigma del mundo superior, se ve el cortejo de hombres y mujeres -Gonzaga, su esposa y sus concubinas- conversando en las diversas situaciones de la vida cotidiana de su tiempo de mortales, vuelto inmortal por el diseño, mientras en la cama nupcial dos amantes se pierden en el instante presente del coito.
Una floresta, que el sol penetra con dificultad, con rayos sutiles e intensos, manchados por las ramas, las hojas, las flores. Sus caminos interrumpidos te engañan y te llevan más allá de lo que esperabas llegar por largas carreteras o pensabas de ser capaz de llegar con tu propia fuerza. Allí la visión beata y terrible, la Diosa desnuda surgiendo de la fuente, recompensándote con éxtasis o muerte -éxtasis y muerte-. En el fondo, robles seculares desvelan en trasparencia la cara escondida del Dios, de Dios.
Una Ciudad ideal, de geométricas terrazas del color de las estrellas, sin descanso construida y destruida por la guerra incesante entre luz y fango, en la cual los Muertos caminan vivos y los vivos son de papier maché.
Una fuga musical, con sus tejido de temas que se recorren y se persiguen, donde la disonancia misma se manifiesta como posibilidad de armonía y las variaciones se subsiguen incansables siempre más lejos del tema originario, sin olvidarlo jamás.
Un Poema Universal al cual trabajaron Cielo y Tierra, que se fragmenta como el espejo de Dionysios en partículas que reflejan la totalidad. Fragmentos realísticos hasta lo trivial o quiméricos como un monstruo mitológico, líricos y dramáticos, en idioma coloquial o en el más estricto trobar clus, acotaciones, personificaciones, gárgolas, dioses, economía política, idiomas antiguos y modernos, metafísica medieval y china, pictogramas e ideogramas, partituras musicales. El impacto es asombroso, inquietante, problemático, provocativo, excitante, aparentemente incomprensible o más allá de una humana comprensibilidad. Hasta el momento que te abandonas a su fluir, como un nadador en un río poderoso, hasta el momento que determinas a abandonarte a esa absurdidad que, de verdad, es solo la imposibilidad de abrazar el entero edificio por una única mirada y la fatuidad de decidir previamente lo que es “objetivamente” importante, poético, esencial. Todo es al mismo tiempo, necesario cuanto superabundante o inútil, según el camino que elegiste al entrar, definitivamente en relación con la Estrella que guía tus pasos, las razones profundas de tu identidad, que se va modificando con el camino mismo.
En todos, templo, floresta, alcoba, ciudad, música, poema, la imagen dominante y poderosa es la de la Diosa Trina, Madre, Hija y Amante: Afrodite, Artemide, Persefone, Isisis, Kuanon y María, Inmaculadas Reynas.
“¿Quien descifrara mi palimpsesto?”, últimos fragmentos de Los cantares, pocos días antes de su muerte en Venecia, su arquetipo de La Ciudad. Muchas veces Pound incita a la libertad de la interpretación, de sus poemas también. Nuestro itinerario del cual ustedes participan hoy es uno entre los infinitos múltiples del Poema. Para quienes tienen una irrenunciable necesidad de anatomía y filología solo decimos que seguimos el lógico desarrollo del camino iniciático desde el Canto I al último de los Pisan Cantos, según la metáfora poundiana del viaje titánico de Ulises - Odisseo, llamado aquí U-TIS, es decir NADIE, es decir TODOS NOSOTROS.
Nos hemos permitido todas las libertades de transposición, versión, traducción, reescritura del palimpsesto originario. Estamos convencidos que Los cantares son, en el más alto de los sentidos, una obra abierta, como la última Piedad de Miguel Ángel, la así dicha Piedad Rondanini en Milan. Abierta no solo y no tanto a la interpretación, que es común a cualquier obra de arte, sino también a la recomposición y a la reinvención de nosotros, sus pósteres de hoy y de los pósteres que ni tampoco logramos imaginar, los pósteres futuros.
Esta dramaturgia se presentó en una versión muy distinta, con el titulo “Il poeta in gabbia” (El Poeta en la Jaula) en 1998 en Pisa, la ciudad italiana cerca a la cual Pound -de sesenta años- fue encarcelado durante meses en una jaula a la intemperie por el comando norteamericano bajo acusación de alta traición. Aquella versión y esta dramaturgia son el fruto de un largo trabajo común y nace de la profunda amistad con Sandro Del Zozzo, poeta, dramaturgo y pedagogo.
A Sandro, que se ocultó pocos meses atrás, ese trabajo está dedicado: Alexandro, dimidium animae meae, dicatum.
Algunos años atrás, Sandro y yo nos encontramos en Recanati, cerca de Fermo, nuestra ciudad, con la Princesa Mary de Rachewilz, hija de Pound y traductora admirable de Los cantares en italiano. Me atreví a acercármele al final de su conferencia, y mirando sus ojos asombrosos, así iguales a los de su padre, le dije: Señora, la imagen de su Padre está siempre delante de nuestros ojos en el escritorio y ella con una sonrisa mientras nos tendía su mano, nos habló: ¡Qué alegría encontrarse con hermanos que no se habían conocido antes!
Gracias, Princesa, ¡de todo corazón!